El miedo es una emoción funcional, una respuesta adaptativa, ya que hace que el ser humano pueda sobrevivir. El miedo hace que nos demos cuenta de los peligros que tenemos alrededor y actuemos para alejarnos de ellos. Seguramente sin el miedo el ser humano se hubiera extinguido.
En la infancia son muy frecuentes los miedos, suelen estar relacionados con la edad y tienden a desaparecer con el desarrollo del niño.
Cuando el niño es pequeño (menos de 1 año) los miedos más comunes son las alturas y la estimulación fuerte. En cambio, cuando crecen un poco más (entre 1 y 3 años) aparece el miedo a la separación de los padres y a los extraños. Más adelantes, entran en acción los miedos a los seres fantásticos, a la oscuridad y al colegio.
Cuando nos acercamos a la adolescencia los miedos que empiezan a tomar importancia son los miedos sociales y los relacionados con el autoconcepto.
Pero cuando el miedo es desproporcionado o responde a estímulos que no son un peligro real para la persona es cuando se convierte en un problema que hay que solucionar. Pueden convertirse en un problema clínico si persisten durante años o la intensidad es demasiado elevada. Es entonces cuando conviene visitar a un especialista.
Los miedos son eliminados a través de la exposición. El acercamiento paulatino hacia el estímulo que desata esta emoción hace que la respuesta de ansiedad descienda poco a poco. En el proceso de exposición comprobamos que nuestras expectativas de lo que puede suceder si nos enfrentamos al estímulo temido son falsas y que aquello que temíamos que sucediera no ocurre, por esto, la ansiedad va descendiendo progresivamente.
En nuestro centro de Psicología PSH tenemos un equipo formado y capacitado para poder ayudar a vuestros hijos ante este tipo de dificultad, trabajando tanto con el niño como con su familia para que dichos miedos se eliminen.
“Haz lo que temes y desaparece el miedo.” –David Joseph Schwartz.
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